Reconozco que empecé a escribir este blog sin un objetivo fijo. Hoy, una llamada de teléfono me ha encendido una bombillita... quizá podría, incluso, ayudar a alguien. Yo creo que cada uno lleva su vida como quiere, y como puede, pero es verdad que ante una circunstancia difícil suele ser un gran apoyo poder hablar con alguien que te entiende, que ha pasado o pasa por algo parecido.
Hace quince años me diagnosticaron esclerosis múltiple. Yo en ese momento no fui muy consciente, era muy joven y fueron mis padres los que cargaron con la dureza del diagnóstico. Todavía recuerdo el día en que conocí, por fin, el nombre de esa enfermedad que a veces me quitaba la visión, otras la sensibilidad, otras me impedía seguir haciendo todo el deporte que a mí me gustaría. Escribí en mi diario (uno de esos de papel que ahora están en peligro de extinción, pero que yo sigo encontrando tan románticos): "ya sé cómo se llama lo que tengo: esclerosis múltiple. Suena fatal".
Y acto seguido me puse a buscar información como una loca. Años después, entiendo y agradezco que no me dijeran el nombre de la enfermedad desde el principio: me encontré informaciones de todo tipo, desde las que me daban un tiempo límite de vida hasta las que me aconsejaban hacer terapias alternativas de lo más variopinto. También fui afortunada en ese momento: tuve tiempo de hacerme con el nombre, el diagnóstico, las posibilidades, sin que en ningún momento fuera algo desconocido para mí. Al menos no del todo.
Hoy creo que la enfermedad es más conocida y se trata con mucho más cuidado, pero en cualquier caso la mejor lección que puedo sacar de estos años es que hay que hacer caso a los médicos. No a cualquier médico, es aconsejable que sea un especialista en esclerosis múltiple, porque es una enfermedad complicada.
No pretendo escribir hoy todo lo que se ha ido abriendo paso en mis pensamientos en estos quince años (madre mía, quince años... más de la mitad de mi vida...). Sólo repetiré lo que le acabo de decir por teléfono a una persona que no conocía, pero que me ha llamado en busca de apoyo después de que una amiga común le dijera que yo también tengo esclerosis múltiple: no hay que tener miedo, ni vergüenza, a la hora de pedir ayuda, de buscar apoyos. Me considero tremendamente afortunada por haberme cruzado en mi camino con tanta gente dispuesta a echarme una mano. Por que haya tanta gente que me quiere con los que sé que puedo contar. Son un auténtico tesoro, lo serían para cualquier persona, y más aún en circunstancias como estas.
Ánimo a todos los que teneis esclerosis múltiple, o alguna otra enfermedad tan dura como esta. Yo, desde la distancia, os comprendo. Y seguro que teneis a alguien cerca que también lo hace; no tengais miedo de acercaros más.
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