Es una frase a la que llegué a tener manía. Muchas veces, cuando alguien me pregunta cómo estoy y yo contesto con un "bueno.." o un "más o menos bien", mi amigo o amiga me dice (y estoy segura que con voluntad de animarme), que me ve muy bien.
Vaya por delante que mi respuesta ante un "¿cómo estás?" suele ser "muy bien". Aunque me encuentre agotada, aunque lo diga desde una silla de la que no me apetece nada levantarme. Y no se trata sólo de ser una persona positiva... más bien, es una cuestión de cortesía. Pero si la pregunta la hace alguien especialmente cercano, sé que en realidad están preguntando por mi estado de salud. Y que al decirme que me ven muy guapa están intentando animarme. No quiero decir que me estén mintiendo, me lo suelen decir en días en los que realmente me he arreglado, y yo también me siento "con el guapo subido". A lo que voy, en realidad, es a la forma en la que no podemos evitar relacionar el aspecto físico con cómo se encuentra una persona. Ahora siempre respondo con una sonrisa y diciendo que sí, que para una foto no estoy tan mal.
Y también me recuerda lo invisible que es esta enfermedad.
Más una vez lo he pensado, como cuando en el aeropuerto, tras leer el certificado médico que acompaña a mi medicación, el agente del control de seguridad me mira soprendido y me pregunta: "¿usted tiene esto?".
Es una cara más de la dictadura de las apariencias. Nadie lo hace con mala intención, pero en esta sociedad de la imagen tenemos interiorizado que un enfermo, además, tiene que parecerlo. Como si los problemas se llevaran escritos en un cartel pegado en la frente. Así que en alguna ocasión he tenido que "demostrar" que tengo esclerosis múltiple, sobre todo el aeropuertos. Una vez llegaron a decirme que si no me importaba, preferirían ver el certificado (cosa perfectamente normal) porque hay gente que pide que les lleven a la puerta de embarque "porque les pesa el bolso". Y yo debo tener pinta de que me pesa el bolso más que las piernas, aunque por desgracia no es así.
Hace poco me comentaba una amiga, que está bastante gordita, que a ella le pasa lo contrario. Es gorda pero con una agilidad y una energía que ya la quisieran muchos. Y además le gusta el descenso de barrancos. Dice que cuando se inscribe para alguna actividad deportiva "de riesgo", no hay ocasión en la que no le adviertan que hay que estar en forma, que es movidita. Y que cuando luego ven que es de las que mejor se desenvuelve del grupo, no pueden evitar sorprenderse.
Vamos a intentar todos no caer en la trampa. Hay que tratar de mirar más allá de la fachada. Yo lo intento, y reconozco que no es fácil.
Me hace gracia porque lo vivo cada día. Yo también he optado por el "muy bien" automático pues llega una a tener complejo de culpa y temor de agobiar. Pero lo que peor llevo es cuando comentas, por ejemplo, "hoy siento las piernas (y digo siento porque el aspecto de las pienas es perfecto) como si fueran patas de elefante" y te contestan: "¡Huy! eso no es nada, si vieras como se me ponen a mí". O cuando te preguntan "¿que tal?" y se te ocurre comentar: "hoy estoy especialmente cansada" y escuchas: "para cansancio el mío...." He llegado a la conclusión de que la que mejor está soy yo. Y de que mi queja o mero comentario ni me ayuda ni les ayuda, por eso lo mejor es estar divinamente. Claro que de ahí se pasa directamente al: "Ella está estupendamente la que esta fatal soy yo", y te tienes que reir. Pero nadie te prepara para esto, ni a nosotros ni a ellos. Porque todo lo hacen por ayudar, por quitarle importancia para que no nos preocupemos y quitarse el agobio que se debe sentir sabiendo que alguien a tu lado sufre inevitablemente. Eso debe ser insoportable y hay que ayudarlos en la medida de lo posible. Y si no pueden hacer nada, ¿para qué agobiarlos más? Así que mientras podamos, tenemos que estar ¡divinas!
ResponderEliminarLo se, tembien me pasa porque me veo "normal"... pero, honestamente, si se me notara, sería más dificil aun llevar esta cruz...
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