Es lo que hago yo casi siempre. Y no me refiero al significado tradicional de esta expresión, sino a coquetería pura y dura. Lo confieso, me gusta arreglarme, y durante años el hecho de no poder ponerme unos tacones fue para mí uno de los "efectos colaterales" más difíciles de la esclerosis múltiple.
Aún sigo mirando a los pies de muchas de las que se cruzan en mi camino. Admirándome por que puedan mantener el equilibrio sobre unos tacones de aguja, y más aún cuando alguna corre detrás del autobús por los adoquines de Bruselas, tan traicioneros para mí aunque sea con bailarinas.
Yo, cada mañana, me visto por los pies: en la ducha, repaso mentalmente lo que me voy a poner, para no tardar después, y siempre me paro un poco más en los zapatos: ¿son suficientemente cómodos?
Mi elección debe ajustarse a cuatro negaciones básicas: no a las puntas afiladas, no a los tacones, no a los zapatos que no se agarran suficientemente al pie, no a las sandalias de dedo. Y aunque parezca mentira, aún guardo algunos que no cumplen esos criterios, "por si algún día me viene bien ponérmelos". ¿Será una forma de negación de mis achaques, como yo los llamo? ¿O un modo más de mantener el optimismo? La realidad es que de momento me resisto a jubilar algunos pares.
No sólo hablo de tacones: este fin de semana he estado en una piscina, y las zapatillas que debían resultarme tan cómodas han sido todo lo contrario: prestadas por mi madre, eran un poco grandes, así que al final he tenido que intentar arrastrarlas detrás de mi pie. Una vez más, escribo una nota mental: tengo que dar más importancia a los zapatos... sobre todo, a su comodidad.
Esas pequeñeces que fastidian tanto y que tan difíciles son de entender por los demás: un pequeño desajuste (zapatos más planos de la cuenta, más altos, más estrechos, más anchos, más grandes...) y el castillito de naipes se inclina, se inclina, se inclina... Dicen que yo tengo los pies muy bonitos, claro que es a base de horribles zapatos por lo que los luzco poco. ¡Cuántos pares que sólo he usado una vez incluso sólo un rato! Siempre acabo con los Mephisto que recomiendo a quien no tenga ningún miedo a ir simplemente cómoda. Los clásicos. Los más modernos (y también horribles) no son lo mismo, al menos para mí. Ahora también tengo MBT (o MTB?) y me resultan comodísimos sobre todo cuando hay que estar de pie quieta (museos, colas...) pero ¡qué dolor de piernas al principio! A pesar de usarlos poco a poco. Ahora los llevo bien, pero son todavía más feos que los mephisto.
ResponderEliminarDigo yo que estas cosas nos templan el alma. Porque las opciones son templarla o desesperarla. Y una percibe, asimila, comprende y ve cada día cómo la gente sufre (mujeres sobre todo) por unos tacones. Y parece un sufrimiento ¡tan tonto!
Yo siempre quise ser Rita Hayworth en el momento de quitarse el guante, pero la vida me dotó mucho más para la filosofía.
C.
Hola C., muchas gracias por tus recomendaciones, no conocía la mayoría de las marcas de las que me hablas.
ResponderEliminarMe resulta curioso lo de los pies bonitos... ¡a mí me dicen lo mismo! Preferiría que fueran un poco más fefos y "funcionaran mejor :)
Tienes mucha razón al hablar de la templanza. Yo antes era capaz de perseguir un autobús de línea durante tres paradas, hasta que lo cogía (si no lo conseguía me ponía súper nerviosa: "¡lo he perdido!").
Ahora veo cómo se va y pienso que ya vendrá otro. Y salgo de casa con más tiempo, claro.
Un abrazo