Aunque aún no me he ido de vacaciones, hace un par de fines de semana tuve una boda en Galicia, y pude ver el mar aunque sólo fuera de lejos. La boda fue preciosa, pero el viaje una paliza (en avión de Bruselas a Madrid y después en coche de Madrid a Galicia). Aunque yo no conducía ni el coche ni el avión, la verdad es que tantos kilómetros en cuatro días pesan a cualquiera, y más con esclerosis múltiple.
El caso es que mereció la pena, pero el último tramo del viaje, el avión de Madrid a Bruselas, casi lo estropea: la huelga de controladores (perdón, quiero decir la mala salud de los controladores) alargó el viaje cinco horas. Salí de casa en Madrid a las 5 de la tarde y me metí en la cama en Bruselas a las 3 de la madrugada, para trabajar a las 08:30 de la mañana siguiente.
Un maratón que hubiera sido imposible sin el servicio de asistencia del aeropuerto de Barajas, que a pesar de los tres cambios de puerta de embarque y de un retraso que parecía interminable, estuvieron al pie del cañón. Incluso cuando se anunció por fin una puerta definitiva de embarque, con poquísimo tiempo para llegar a ella, el chico que organizaba la asistencia a esa hora -que estaba solo- se lanzó a llevar dos sillas de ruedas a la vez, una con cada mano. Si no es por él pierdo el avión, después de toda la espera.
Así que aunque ya lo he dicho en algún comentario anterior, vuelvo a animar a todos los que os canseis de andar largas distancias (y la T4 de Batajas lo es), a que pidais asistencia. Si el otro día tengo que dar todas esas vueltas yo sola, además de acabar agotada, no sé si hubiera llegado a tiempo a la otra punta de la terminal después del último aviso. ¡Y eso sin pensar en cómo hubiera estado al día siguiente!
Pedir asistencia es muy fácil: o se señala al hacer la reserva que se trata de un pasajero "con necesidades especiales", o se llama a la compañía aérea antes del vuelo (mejor con al menos 48 horas de antelación).
¡Espero que esteis pasando un buen verano!
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