
Estoy estudiando italiano, y como parte del curso tengo que leer un libro, una historial de amor adolescente y sueños vitales bastante ñoña, a priori. Pero hoy, después de ir al hospital para mi tratamiento con Tysabri, un amigo que ha venido a recogerme me ha preguntado por mi oposición, una cosa ha llevado a la otra, y hemos acabado hablando de sueños, como hace Leo, el protagonista de "Bianca come il latte, rossa come il sangue".
Creo que no está de más reflexionar un poco sobre los
sueños. Opino que los hay de dos tipos, los que en el fondo se perciben como
inalcanzables (aunque no del todo, claro, que para eso son sueños) y los que crees que
se pueden hacer realidad, o que puedes hacer realidad. Un par de ejemplos: un sueño lejano, que por racionalismo puro sitúo entre los inalcanzables, sería la curación, ¡la reparación! de los daños causados por la esclerosis múltiple. Y un sueño que empiezo a acariciar como realista es que la progresión
se detenga, que los nuevos diagnósticos no se enfrenten a un futuro incierto.
Estoy convencida de que todos podemos acercar nuestro camino a la felicidad, sean cuales sean nuestras circunstancias. Ayer leí una cita, creo que de Sartre: "no hay que preguntarse qué quieres tener para ser feliz, sino cómo puedes ser feliz con lo que tienes". Una frase bonita, pero desde mi punto de vista, también derrotista. ¡Hay que aspirar a más, sin hacer de ello el centro de tu vida, sin frustraciones si no lo alcanzas, y sabiendo
saborear las etapas que se alcanzan en el camino! Mi naturaleza luchadora se rebela contra este conformismo.
De hecho, las etapas son una de mis estrategias personales para afrontar las dificultades, creo que ya lo conté en alguna otra ocasión. Si queda mucho para algo que espero con ganas, lo divido en fases, de forma que el recuento final no suene tan abultado y lejano: "quedan tres semanas" en lugar de "veinte días", o "ya sólo dos miércoles más". Es una forma de autoengaño, lo sé, pero me ayuda a reducir el estrés y la ansiedad de la espera.
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¿Por qué no soñar despiertos? |
Como digo en la cabecera del blog, yo
me considero afortunada, una persona con suerte en líneas generales. A pesar de la esclerosis múltiple, sí.
Tengo la sensación de que siempre hay un sitio para que aparque cerca de donde voy, aunque para lograrlo haya tenido que dar cinco, o diez, vueltas antes.
En el
terreno laboral, siempre quise trabajar en algo relacionado con la Unión Europea. Hoy, alguno de los que fueron mis compañeros de universidad me recuerdan que ya entonces decía que yo iba a trabajar en Bruselas. No es que sea bruja, pero sí creo que cuando tienes claro que deseas algo, y lo persigues, tienes más probabilidades de conseguirlo. Haber alcanzado esa meta ya es un motivo de felicidad. Se me sigue escapando una sonrisa cuando lo pienso. Y sí, fue una etapa... la siguiente es aprobar una oposición, y como sabéis, estoy esperando una nota (cruzad los dedos por mí).
En el
plano de la salud, que al fin y al cabo es el centro de este blog, también he ido abordando mi tratamiento por etapas. Superar la primera, con el interferón intramuscular (Avonex) que me dejaba muerta y me obligaba a desplazarme al centro de salud una vez a la semana, para pasar al interferón beta (Rebif), tres veces a la semana, ya fue una liberación. Y fue una elección verlo de esa forma: en lugar de estar muerta un día, lo estaba tres noches a la semana, y multiplicaba por tres el número de inyecciones... pero las agujas eran mucho más pequeñas y además me daban independencia, y podía viajar sin preocuparme de estar cerca de una enfermera o practicante. Con la neverita portátil a cuestas, pero eso era lo de menos.
Inauguré una nueva etapa de tratamiento hace veinte meses, con el Tysabri. También tiene aspectos negativos, como que me obliga a ir una vez al mes al hospital, y que es intravenoso, por no hablar de los amenazadores efectos secundarios... pero una vez más, inclino la balanza hacia lo positivo. Adiós a las tres noches semanales de fiebre y escalofríos y a los dolores de cabeza del día siguiente, adiós a los viajes con un cargamento de jeringuillas, adiós a la sensación constante de tener el tiempo controlado, de necesitar saber qué día es, de contar las semanas en función del día que toca inyección.
Os animo a todos a probar este "truco", u otros, pero sobre todo, a ver siempre el vaso medio lleno. Seguro que se puede encontrar algún motivo para ello, a pesar de que puede que esté lleno de agujeros por los que se sale el agua. Pero mientras se pueda beber... ¡hay agua!